Sortilegioz | Y lo peor del año…
Por Adela Navarro Bello
Sin duda alguna, lo peor del año es la actitud centralista del gobernador Jaime Bonilla Valdez en toda la información relacionada con la COVID-19. Por supuesto, en esta mención especial a lo más desastroso de 2020, no podía faltar el patiño favorito del mandatario estatal para tales efectos: el secretario de Salud, Alonso Pérez Rico.
Efectivamente este par de servidores públicos, gobernador y secretario, se dedicaron a armar todos los días un espectáculo mediático de comedia que ha estado fuera de lugar ante la gravedad de la pandemia y la pérdida de vidas, que va en aumento.
Bonilla confunde los términos, cree que acaparar la información y ofrecerla a conveniencia cada día en una transmisión vía redes sociales, es transparencia. No es así. Es autoritarismo y censura. De hecho, durante más de seis meses los servicios de transparencia en el Estado estuvieron cerrados, en lo que se suponía era el periodo más álgido de la pandemia por el virus SARS-CoV-2.
Ahora sabe que no, que este es el momento más crítico de los contagios, que la curva nunca se aplanó, que va creciendo y que en enero podría ser aún peor.
Fue tan centralista el gobernador, que incluso ordenó a los ayuntamientos no proveer información relacionada con la estadística general de la COVID-19, pues solo él, su Secretario de Salud y su secretario general de Gobierno, eran los autorizados para proveer esos datos. Por supuesto, no de forma llanamente transparente, más bien maquillada.
Lo que hizo para controlar a los ayuntamientos, particularmente a los registros civiles municipales, fue enviarles una carta firmada por el secretario general de Gobierno, prohibiéndoles determinantemente proporcionar información al público, a medios de comunicación o cualquier entidad que le solicitara.
Lo mismo hicieron con la delegada del Instituto Mexicano del Seguro Social, Desirée Sagarnaga, a quien le llegó una misiva en la cual el titular del Poder Ejecutivo estatal ordenaba que no proporcionara información sobre el manejo que de la pandemia está haciendo el IMSS en Baja California.
El mandatario Bonilla es así. Invade facultades de otros órdenes de gobierno, de otros poderes. Cree que Baja California es su feudo y que su representación popular le da para gobernar con las facultades del Municipio y la Federación.
Pero de todos los yerros de Bonilla este 2020 que termina, endeudar al Estado, subir impuestos, extorsionar a empresarios, cobrar supuestos derechos de agua, incrementar la tarifa de agua, invadir una caseta de peaje…de entre todos sus excesos, el manejo de la pandemia es el peor.
Reacio a las medidas de protección personal recomendadas internacionalmente, y avalado por supuesto por su secretario de Salud, el gobernador se negó a ponerse un cubre bocas desde el inicio de la pandemia. Presumía una falsa e inquebrantable salud, mientras a su alrededor, funcionarios, políticos y ciudadanos caminaban con el rostro cubierto para evitar el contagio. Orondo, el ingeniero iba a su paso absorbiendo todo a su alrededor.
Para justificar un poco su imprudente actitud, Bonilla Valdez después informaría que tenía anticuerpos de COVID-19 en su sistema. Es decir, que en algún momento al inicio de la pandemia resultó contagiado, no presentó síntomas (aunque pudo haber contagiados a otros) y había sobrellevado la enfermedad. Entonces se colocó una careta con plástico transparente para cubrir su cara a partir de los ojos y hasta el mentón, pero siguió despreciando el cubre bocas.
Debido a esta temeraria e irresponsable actitud, Jaime Bonilla no ha decretado (y vaya que le encanta hacer decretos para apropiarse de lo que no le corresponde) el uso masivo de la mascarilla facial para que los bajacalifornianos se protejan del SARS-CoV-2. Tampoco restringió las salidas no esenciales. Baja California vivió –y vive- los días críticos en los contagios, en un semáforo Rojo que a veces parece Naranja y a veces Amarillo.
A discreción, se determinó la apertura de sector, sin importar, de acuerdo a sus cifras oficiales, que el Estado no estuvo en ceros. La curva no disminuyó, cuando el sector maquilador, el del entretenimiento y alimentos, además de la venta de productos y servicios, ya estaban funcionando.
Imitando al Presidente de la República, Bonilla dice que no impondrá medidas coercitivas a los ciudadanos para que se protejan del virus. Que está en la conciencia de cada quien, mientras su comparsa, el doctor Pérez Rico, convocó a un “reto de tres semanas” que pocos siguieron; es evidente ante el incremento de los contagios en las últimas semanas.
La pandemia está fuera de control en Baja California. Los médicos de diversos hospitales COVID lo dicen todos los días: no hay camas, no hay medicamento, no hay personal. En estos momentos, la unidad de apoyo del equipo de basquetbol de Tijuana permanece cerrada, aunque es muy necesaria, porque no hay personal para atenderla.
En medio de dolor, el desconocimiento y la desinformación en Baja California sobre la gravedad de la pandemia, familias debieron gastar sus ahorros para comprar medicamentos a sus pacientes, pues en los hospitales del Estado no hay, y cuando están en existencia, es de marcas de segundo nivel y en pocas cantidades.
Meses tuvo Jaime Bonilla Valdez para, junto con Alonso Pérez Rico, avituallar los hospitales públicos, considerando que se dio un aviso sobre el repunte que estamos viviendo en los contagios. De destinar presupuesto extraordinario, del que está obteniendo de sus cobros de agua, para no solo equipar los hospitales y dotarlos de medicamentos, de ventiladores y más camas, también para contratar personal. Pero no lo hicieron.
Hoy Baja California, gracias a la actitud irresponsable tanto de gobernador como de secretario de Salud, está viviendo sus peores momentos. Más de mil muertos por COVID-19 en los primeros 29 días de diciembre, una cifra nunca antes registrada.
Al gobernador no le vimos el cubre bocas, solo hasta cuando salió del Hospital General de Tijuana, donde estuvo hospedado casi tres días para atenderle de su “segundo contagio” de COVID-19. Y otra vez, sin tomar precauciones, ahí mismo, en ese lugar donde se respira muerte, desolación, abandono, convocó a una conferencia de prensa, solo para decir que apoyaría al hospital y a sus médicos. Siete días después de eso, trabajadores de la salud se manifestaron en el General de Tijuana demandado el pago de su salario que ya estaba retrasado.
Por estas actitudes, Jaime Bonilla Valdez y su secretario de Salud, Alonso Pérez Rico, son lo peor de 2020.
Publicado originalmente en Semanario Zeta.