Cada año, durante el Sábado de Gloria, miles de personas en México —sobre todo jóvenes— toman las calles con cubetas, mangueras y globos para mojar a todo el que se cruce. Aunque hoy esta práctica se ha convertido en una especie de carnaval urbano, su origen está ligado a una antigua costumbre religiosa y a un gesto de purificación.
Origen religioso

El Sábado de Gloria forma parte de la Semana Santa cristiana y conmemora el día en que Jesús permanece en el sepulcro antes de su resurrección. Tradicionalmente, era una jornada de silencio, recogimiento y reflexión. Sin embargo, hasta mediados del siglo XX, también era el día en que se permitía a los fieles “romper el ayuno” de agua, ya que durante los días previos algunas personas se abstenían de bañarse por respeto al luto religioso.
Por eso, el Sábado de Gloria se convirtió en una especie de “día permitido” para bañarse, y con el paso del tiempo, esa limpieza ritual fue evolucionando hasta convertirse en una especie de juego colectivo: mojarse para purificarse… y divertirse.
De la tradición al caos
En las décadas de los 70 y 80, la tradición se desbordó. En algunas ciudades se reportaban disturbios, vandalismo y hasta agresiones con mangueras industriales o agua sucia. Esto provocó que autoridades locales y federales comenzaran a imponer multas o sanciones para frenar los abusos.
A pesar de eso, en muchos barrios del país la costumbre sigue viva, especialmente entre niños y adolescentes que aprovechan el calor de la primavera para convertir las calles en una batalla acuática.

¿Está permitido?
En algunas ciudades mexicanas, como la Ciudad de México, Tijuana o Monterrey, la práctica ha sido restringida o desincentivada debido al desperdicio de agua. En años recientes, se han hecho llamados para evitar estas actividades por razones ambientales y de seguridad, e incluso se han aplicado multas administrativas a quienes sean sorprendidos mojando a desconocidos sin consentimiento.
Una tradición en transformación
Hoy, el Sábado de Gloria sigue dividiendo opiniones: para unos es una falta de respeto a la fecha religiosa, para otros, un momento de desahogo colectivo. Y aunque ya no todos recuerdan su origen espiritual, la costumbre de mojarse en este día sigue siendo una de las expresiones más curiosas del sincretismo mexicano.