Vi a la mujer danzando,
y en mis ojos hubo un brillo lunar.
Hablé de los desórdenes del tiempo y de la Sangre y en mi lengua brilló la moneda lunar.
Pulsé su talle. Tuve en mis manos el vaso pleno de su Desnudez y en mi piel se acendró la suave luz lunar.
Apreté contra mí las dos lunas perfectas de su pecho. Mordí sus hombros tersos su cuello como un río.
Herí su amada lengua y gemí en el abismo.
Cabalgué sobre el cálido lomo.
Conozco ya su verdadero rostro.
Pero bajo el manzano floreciente mi sombra está más sola.
En mis huesos hay frío.
Ya el tuétano de mi alma
es la saliva dulce de la Dama Lunar.
Efraín Bartolomé, Música Lunar.
Fotografía: Luis Felipe Cota Fregozo