Hablar de Hebert Axel es ver luz y claridad. Son pocos los seres humanos que transmiten tanta belleza. Y ahora que físicamente no está, su legado sigue iluminando. No es raro que el teatro se hubiera convertido en la manera ideal que él tuvo para transmitir, organizar y expresar ideas.
Hebert Axel tenía una capacidad para contagiar arte y belleza. Y ahora que lo recuerdo sigo viendo esa luz. El teatro se adecuó de manera perfecta para a través de la palabra escrita, la luz y la expresión corporal dar claridad a quienes vimos sus obras.
Hebert Axel supo encontrar los espacios alternativos para desbordar de creatividad nuestro escenario. Y supo reflejar la idiosincrasia de nuestra forma de ser en la frontera en las obras que escenificó con un gran sentido del uso del lenguaje y las expresiones en donde se refleja la esencia del ser humano en la frontera.
Recuerdo en la Casa de la Cultura en el Teatro del Sótano cuando nos llevó con Ramón y Cornelio de Hugo Crostwaite de su libro Idos de la Mente y nos acercó redescubrir a los músicos inmigrantes que sueñan y que sobreviven en un universo dividido en legales e ilegales.
Al mismo tiempo vimos un reflejo de lo que somos nosotros en sociedad y la manera como soñamos y ahí estaba el tío, el padre, el hijo, la tía, la esposa, la hermana el todo del tejido social que nos permite vernos y descubrirnos.
Y sí, así tuvimos más conciencia de nuestro espacio y el teatro esa literatura de tres dimensiones nos provoca empatía y nos obliga con creatividad salir de una presentación renovados de cuerpo y espíritu.
Hebert Axel tenía el sentido de la comunidad. Dirigía para escenificar historias y las contaba así de esa manera infinita que tiene la magia del teatro para unificar y hacernos conscientes de nuestro espacio social para observarlo. Hebert Axel iluminaba la mente del espectador.
Buscaba y encontraba la manera de hacerte parte de lo escenificado y al mismo tiempo formaba a quienes dirigía para saber pisar el escenario y no perderse como Icaro en esa luz que todo lo consume. El escenario es grande cuando no tienes el trazo correcto. Es un bosque en donde hay que saber tener un guía.
Hebert Axel supo convertirse en el Dédalo de nuestra dramaturgia y con su ejemplo y dirección formó nuevas generaciones de apasionados por ver y hacer teatro. Tal vez no es casualidad y por eso lo vi transformado en un ángel en La Campesinela y luchó a cuerpo y espada contra el demonio.
Hebert Axel siempre supo ayudar y motivar a los demás para ser mejores personas y a través del arte trascender en lo cotidiano y redescubrir la plenitud de la esencia humana en esa que busca la perfección y me atrevo a decir hasta de manera espiritual ser sensibles a lo que no se ve eso otro que se percibe con el silencio y la contemplación.
Creo que como funcionario público fue también una extensión de su habilidad para organizar y coordinar los medios para acercar a los demás a la educación para que cada quién encuentre su voz para expresar su visión del universo.
Crear espacios que permitan a los demás encontrar las herramientas necesarias en todas las artes pero en particular su visión para crear actores y hacer de las temporadas de teatro algo común en nuestro horizonte eso es uno de los propósitos más importantes que Hebert Axel pudo crear en aquellos años en donde con sus puestas en escena supo sorprendernos y apreciar la creatividad que tiene que ver con el hablar, sentir, pensar y comunicar en comunidad.
Ahora que lo recuerdo veo su sonrisa y su luz y siento que cada vez que vea una obra local voy a recordar a aquel pionero del teatro de Tijuana que me supo abrir los ojos y descubrir la belleza de los demás.
Como espectador, como artista, como persona plena, simplemente a ser persona y ser parte de una comunidad que crece y siempre se desarrolla como nuestra ciudad de Tijuana.
Que bien que nuestra ciudad tiene el privilegio de tener a personas que con su ejemplo y dedicación encuentran la manera no solo de transmitir ideas que nos unen sino que nos abren los ojos para observar con empatía y sencillez la verdadera esencia del ser humano y vivir.
Por algo lo vi convertido en un ángel y además de hablar con Dios yo lo vi pelear a cuerpo y espada contra el demonio. Dicen que Dios no pide permiso para actuar y a él casi sin saberlo lo transformó en un ser alado que quiso transformar el universo.
Texto y fotografía: Luis Felipe Cota Fregozo.