Mr. Bono está cansado. El día de ayer se metió de lleno a una serie adictiva. Tan acostumbrado está a llegar como el rey y se dejó llevar por el ambiente extraño y surrealista de las imágenes.

Ahí estaba Peter Buck. Lo acompañaban los amigos del West End. Esos que se aparecen de vez en vez, sólo cuando necesitan paparazis. Se dejan fotografiar. No por talento, sino sólo por quedar bien.

Peter les invitó un cigarrillo. Está bien forjado. Y el aroma llega aún antes de ser encendido. Mr. Bono aceptó. Abrieron una ventana y luego otra y una más se abrió sola.

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Sintieron la luz envuelta en el humo y ésta envolvía sus pensamientos. Mr. Bono parece ya no soñar. Todo lo ha vivído.

Sólo tiene que buscar un archivo en la memoria y en un instante viaja a través del tiempo. No ocupa más, ahí están todas las emociones conservadas.

Moja sus labios. Otro sorbo más. El vaso brilla entre sus dedos. Siente el líquido fresco escurriéndose por la garganta.

El líquido se ramifica entre sus venas. Crece como un árbol hacía tierra adentro de su cuerpo y hacia fuera surge una misma ramificación.

Recorre esos caminos y sigue alimentando los sueños. Ahora lo puede ver como ese árbol que adorna el paisaje de sus pensamientos. Ese laberinto interminable. La imaginación conectando todo a su paso que nada y nadie detiene.

Ahora Peter empieza a hablar de Keats y de sorprendentes metáforas literarias. Mr. Bono extiende sus alas y se aleja…pero se encuentra así mismo enredado en esas letras y descubre nuevas perspectivas de sí mismo.

Entonces, el vaso choca y hasta que el ruido llega es consciente de nuevo de su acción. Esta costumbre de detener el tiempo y ver primero la escena congelada como “stills” de cine que se expanden con violenta realidad.

Y la expresión congelada. Es como una foto en tercera dimensión humana. Puedes ver sus ojos y sus manos es como redescubrir el sueño a través de otro sueño.

La mesa se rompe al contacto y miles de trozos de cristal fino se desparraman por el piso. Ruedan despacio las partículas como miles de cometas en la superficie oscura. Su mente brilla como esos trozos y Mr. Bono se sorprende.

Quiere tocar esos brillos con la punta de sus dedos y en sus lentes los destellos brillantes se repiten infinitos como en su mente y cada segundo ahora es memoria al paso del tiempo a cada segundo todo es pasado y ésta sensación embriagadora se va a convertir como el recuerdo de otro tiempo.

Cierra los ojos y se sumerge y ahora su semblante, las pestañas oscuras contrastan con el tono pálido y reluciente de la hermosa tesitura de su piel.

Peter se le adelantó y se fué hacia el centro de esa materia desparramada. Ya antes había adivinado esa personalidad tan fragmentada.

Mr. Bono observa la ventana y silencioso disfruta de una conversación que lo lleva al futuro mientras la vía láctea parece brillar infinita. Sus dedos tienen ahora, en este instante, el aroma de tabaco y perfúme.

Otro sorbo del líquido y sigue observando los trozos de su imaginación y los paparazis, flash, flash, brillan, brillan en su imaginación.

Peter Buck sigue hablando de metáforas y Keats y estimulan el cielo infinito de su memoria. Viaja a través del tiempo como alguien recorre las armoniosas líneas luminosas de un cuadro de Dalí. Flash, brillan destellos en su imaginación.

Abre sus manos. Separa los dedos. Ahora como dos estrellas quieren tocar el firmamento.

Nada abarca la totalidad de este sueño cuando con los ojos cerrados lo recorre como quien camina por la orilla de una playa en donde revientan las olas que viajan hasta llegar ahí después de recorrer el infinito mar.

Texto y Fotografía: Luis Felipe Cota Fregozo

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