El sistema colonial del siglo XV y XVI en nuestra América fue la estructura que siguió imperando aún dos revoluciones en México, nuestra independencia y la revolución mexicana.

Caciques, curas, terratenientes agrupados en la misma clase del virrey. Los virreinatos siguen vigentes y la diferencia de condiciones económicas son las mismas, dependientes de las relaciones de producción de nuestra época.

El caso de México es un caso excepcional y los personajes políticos se adhieren a ese andamiaje político. Aunque han sido nombrados por el Presidente para apoyar las causas sociales de los más necesitados, hoy los Delegados Únicos se creen virreyes, personajes que dictan quién puede ser beneficiado y quién no, como si tuvieran un dedo divino. Nefasta proyección para nuestra época. Hoy la política mexicana debe considerar que la política está más cerca que nunca de la Ética, mejor dicho la política no es nada sin la ética, sin ella, solo es autoritarismo y servilismo de intereses personales y de grupo.

Esta narrativa es en alusión al Delegado único en Baja California, Alejandro Ruiz Uribe, quién se ha promulgado como el ser divino que espera adulaciones y no ser criticado por nadie. Patético, cual virrey del siglo XVI.

Este señor, quien fue ya diputado, es decir, sabe de las necesidades de los pobladores de Tijuana, tiene un trato indigno, vulgar y mezquino contra los dirigentes sociales y contra los mismos periodistas. Cabe señalar que ha estado siempre en las críticas ciudadanas, cuando debería estar siendo admirado por la sociedad que más necesita, lejos está de eso, muy lejos.

Dirigirse a los ciudadanos como “mitoteros”, como “charlatanes” no es labor de un funcionario público. Ellos sí están expuestos a las críticas, a los más severos señalamientos por parte de los ciudadanos, para eso les pagamos.

Este “Delegado” tenía dos caminos, seguir con la mentalidad colonial o saber que ese puesto es para ser aliado de los pobres y necesario para el bienestar en nuestro país, Estado y Municipio. Él y sus allegados (Gilberto Herrera) tratan como retrasados a los ciudadanos, son personajes que se creen políticos y hoy solo tienen un cargo administrativo, no político. Su deber es servir a los ciudadanos, no burlarse de ellos. Lejos de ser políticos, son amalgama de estructuras ancestrales que no sirven a nuestras necesidades, por eso el calificativo de patéticos.

Argumentativamente, este servidor no puede llamar a una conferencia de prensa como si fuera alguien vulnerable al silencio y la opacidad y que todo mundo se entere de sus mentiras editadas en una exposición nada profesional, más bien como de estudiante de secundaria. Las cosas que dijo sobre el Poblado Maclovio Rojas son falsas, carecen de argumentos y se evidenciaron como el señor que trabaja muy bien las estrategias coloniales con los caciques actuales del Ejido Francisnco Villa y la mafia hoy encarcelada, asesinos a sueldo del mismo Ejido.

El caso de Maclovio Rojas ha llegado a un nivel nacional e internacional, él cree que todos son de su condición mediocre y que el presidente no se va a enterar de su magia, precedente de una sociedad ciega y sin posibilidad de salir de la pobreza.
Patético y nefasto personaje que solo ha dañado a los más necesitados. Operar programas sociales federales es su función administrativa, empero, es un servidor público con relación federativa y en eso no ha hecho nada.

Esta época es republicana y de izquierda, apegada al beneficio de los más necesitados, por lo menos es lo imperante en este gobierno. La pregunta es, ¿para qué queremos los ciudadanos a alguien del talante de Ruíz Uribe? ¿Le es necesario a esta sociedad bajacaliforniana? Hoy, más que nunca debemos de gritar, a la consigna colectiva y nacional que ¡Muera el Virrey! Me refiero a una consigna simbólica de muerte a la conciencia del virreinato, no a la muerte literal del ser humano, no a la muerte, nunca a la muerte como la de nuestra compañera de lucha, muerte que el señor Ruiz Uribe ni si quiera se pronunció, a él solo la parranda lo socorre.

La sociedad organizada pedirá su renuncia.

¡Muerte al Virrey!

Por Dr. Juan de Dios Escalante Rodríguez. Académico y activista social.

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