MÉXICO.- La pandemia del coronavirus ha exponenciado el temor humano a la muerte, a la enfermedad, a la pobreza y al acecho de la delincuencia, sin embargo, lo cultural marca las características del miedo; cada sociedad, pasada y actual, de cualquier parte del mundo, lo significa de maneras distintas, coincidieron los historiadores Mario Camarena Ocampo y Eduardo Flores Clair al participar en el ciclo de charlas virtuales “La historia interminable de la enfermedad”.
Ambos investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), abordaron el tema del miedo en esta actividad organizada por la Dirección de Estudios Históricos, tomando como ejemplos la peste negra que asoló Europa en el siglo XIV, la primer pandemia de viruela en 1520, los estruendos telúricos que horrorizaron a los habitantes de la ciudad de Guanajuato en 1784, la mal llamada gripe española de 1918 y los contagios de COVID-19 que hoy confinan a la humanidad.
La sensación de angustia colectiva provocada por la presencia de un enemigo invisible, como es el coronavirus, pone en duda nuestra existencia, en particular la de los viejos, por lo que también existe un riesgo de perder la memoria de las familias, de transmitir conocimientos de una generación a otra, señaló Mario Camarena en la conversación transmitida vía remota por el canal de INAH TV en YouTube.
El miedo debe abordarse en términos de lo cultural y lo espacial. En la actualidad, lo que domina este concepto es un asunto de racionalidad: la ciencia, “la cual aún no tiene capacidad para explicar realmente la situación en que nos encontramos, hablando de la pandemia de COVID-19. Anteriormente, lo que permeaba era el pensamiento religioso y su explicación estaba en el más allá, eran temores conectados con la idea del pecado, del demonio”.
La “extirpación” de esta concepción por parte de la Iglesia católica es muy reciente, señaló Camarena, al referir que fue hasta la celebración del Concilio Vaticano II, en 1959, que se pasó de la idea de un dios castigador, “a uno que acompaña y te lleva al reino de los cielos”.
En la videoconferencia, difundida en el marco de la campaña “Contigo en la Distancia”, de la Secretaría de Cultura, el autor de Jornaleros, tejedores y obreros, anotó que otra arista del miedo es la función que juega en cada sociedad, para ser utilizado como medio de control, de poder, de disuasión e inhibición de formas de participación política.
Al respecto, Flores Clair recordó que en la época colonial, sobre todo en el siglo XVIII, el miedo se entendía como una perturbación del alma; “y un aspecto interesante es que las relaciones de poder también provocaban intranquilidad y recelo. La delincuencia se “contenía” por el miedo a los castigos y, entonces, éste permeaba e influía muchas de las prácticas de la sociedad novohispana”.
No obstante, existen prácticas que no han sido desterradas a lo largo del tiempo, como lo podemos ver con las procesiones religiosas que —contraviniendo las disposiciones sanitarias— salen a las calles para “calmar” las muertes por la pandemia de coronavirus. Y es que, si bien, en cada periodo histórico podemos hablar de una idea dominante del miedo, “esto no quiere decir que las otras concepciones desaparecieran”, sostuvo Mario Camarena.
El espacio es otro elemento a considerar, ya que las respuestas colectivas ante los peligros, no son las mismas en zonas rurales que urbanas. Un ejemplo claro —continuó el investigador—, “es que cuando nos dicen ‘quédate en casa’, como medida sine qua non, a fin de evitar los contagios de coronavirus, para las comunidades indígenas el término ‘casa’ refiere a un lugar más amplio que tiene que ver con el pueblo, y esto genera un conflicto.
“Lo anterior demuestra que para la implementación de políticas públicas, sanitarias en este caso, es necesario contar con antropólogos e historiadores, que ayuden a ‘aterrizar’ las medidas oficiales a las distintas formas de pensar de los grupos sociales. En ese sentido, los profesionales del INAH conocen esta heterogeneidad y sabrían cómo responder a esta circunstancia”.
Sobre las respuestas gubernamentales al miedo, Flores Clair se remontó al año de 1784, cuando —por casi un mes— la gente de la ciudad de Guanajuato despertó con espanto por estruendos que parecían provenir de las profundidades de las minas. Sin encontrarles explicación y aparentemente solos, pues en ningún otro lugar ocurría algo semejante, sus habitantes comenzaron a planear la huida.
El cabildo decidió entonces sacar las tropas a las calles para impedir el éxodo, lo que habría implicado la falta de mano de obra en las minas. Con este acto, se demuestra que el temor ha funcionado desde siempre para establecer mecanismos autoritarios que socavan las libertades individuales, reiteró.
En todo caso, dijo como apunte final, “cualquier sociedad inventa, reconstruye y crea los mecanismos necesarios para combatir el miedo, ya sea refugiándose en la religión o en la ciencia”.