Hay una sensación muy extraña cuando aprendes tomar fotografía.
Sostener la cámara entre tus manos. Observar la claridad y limpieza del lente, observar el diafragma, el obturador y la sensibilidad de la película y dar el “click”.
De verdad es una sensación mágica.
Un espíritu de belleza, llena de luz y asombro envuelve la mirada del fotógrafo.
Y a cada segundo la armonía del universo ya lo imagina enmarcado en un cuadro, detener el tiempo y observar de nuevo ese acontecimiento y esa sensación de comunicar a los demás es profundamente liberadora.
Es tan fácil observar una foto bien hecha que no imaginamos la verdadera inteligencia que se requiere para aprovechar el momento oportuno y convertir en eterno algo fugaz e irrepetible.
Y no solo eso, sino transmitir emoción. Comunicar.
Todo sucede con una rapidez insospechada. El verdadero fotoperiodista requiere de una inteligencia bien informada en todos los temas, política, artes escénicas,deportes, teatro, literatura, y todo vuelve a ese punto mágico en donde la verdad se concentra y de ese “click”, una verdad se plasma como el mejor escritor de novelas y cuentos lo hace entre líneas con palabras y oraciones bien entrelazadas y la belleza del universo se capta en una dimensión humana y el fotógrafo usa la luz, el encuadre, la perspectiva y esa sensibilidad entrenada para sentir el momento oportuno.
El trabajo en solitario del fotógrafo se ve recompensado cuando en la portada del medio que trabaja o entre las páginas del medio impreso o ahora también en plataformas digitales ve su foto publicada.
Ésta es una época de profundos cambios en la tecnología que hacen del quehacer “periodístico” una actividad generalizada.
Nada más alejado de esa emoción que solo los entrenados conocen cuando se habla de ASA 400, diafragma 5.6 y obturador 125 y esa fórmula cambia a cada segundo y el modo manual ya no se le ve la “m” y esos elementos técnicos pasan a formar parte como un reflejo automático en la mente del buen fotoperiodista.
Existe un esfuerzo de verdad titánico para lograr lo que pocos pueden con una cámara. A veces los sacrificios son tan grandes que mientras él se encuentra lejos de su casa en donde de seguro su hijo, su esposa y su cama vacía ya no lo esperan por que su misión se transforma en sagrada: Obtener una buena imagen a como dé lugar a veces sin importar el riesgo o incluso con los ojos rasgados de lágrimas mientras una tragedia se desarrolla frente a su lente.
Y él, sosteniendo la cámara, aguantando la respiración sintiendo el calor de esa emoción a veces haciendo temblar un poco el encuadre completa su tarea, vive su vocación genuina y capta las imágenes en donde la belleza, la tragedia, la fortuna, la alegría, el paisaje, el detalle de la dimensión humana se capta y se concentra en un segundo.
Y sí, a veces se logra. Y la imagen trasciende nuestro tiempo y captando nuestra forma de ser y pensar las buenas fotografías logran como el buen escritor también ganar premios por su elocuencia y por eso existen los Pulitzer, World Press, que distinguen a quien en la soledad de su mirada entrenada nos ayudan a nosotros a descubrir la verdad y la belleza en un segundo que de otro modo se perdería en el fluir constante de acontecimientos.
Nos muestran en un segundo la belleza y la tragedia del quehacer humano en sociedad.
Texto y Fotografía: Luis Felipe Cota Fregozo.