El niño camina en el patio. Esta solo. Mientras camina como buscando algo, en realidad piensa:

“Así se ve desde un avión la tierra”.

Ve las piedras y encuentra caminos que conducen a lugares distantes de un mundo secreto.

Ve una planta en una maceta y es un árbol gigante en una estructura arquitectónica, poderosa , como una gran fortaleza.

Encuentra una madera, siente en sus manos la textura diminuta e infinita de un intrincado laberinto lleno de misterios escondidos en esas grutas secretas.

Siente sus manos poderosas. Siente agilidad en su movimiento cuando agarra una ficha y la golpea con fuerza, es como si se tratara del momento crucial en un juego de beisbol, emocionado, siente cómo la dureza de la ficha se dobla al certero golpe y se eleva por el viento hasta apenas cruzar la barda y miles de gargantas vitorean el triunfo.

Del otro lado de la barda alguien se queja. “No tiren basura”. El niño suelta la madera. Vuelve al patio. La soledad es infinita.

Texto y Fotografía: Luis Felipe Cota Fregozo

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